Oma


Calurosa tarde de abril y mi chica se entera que vienen a shile los WAILERS. Los mismísimos compañeros del alucinógeno Bob. Se puso verde de ansiedad. Me llamo y me dijo: “Rai (así me dice ella puertas adentro) no hagas planes pal domingo 17 de mayo, ya tenemos compromiso, vamos a ir a ver a los wailers”. ¿Vamos? dije yo, eso es mucha gente.“¿Quienes son los wailers?” (Me pillo viendo un partido).” Los que tocaban con bob marli, pos”…”Bob Marley querrás decir”…”si, esos, así que no hagas nada pa ese día”.
Bueno, si me lo pide de esa forma creo que no lo hare, pensé.

De ahí pa delante se fumo los días para ir comprar los tickets. Once Lucas cada uno pa ir a ver a esos legendarios cogollos. Once. Ni en una pichanga me gasto esa plata. Y no es que sea amarrete, pero si no es Dios el que viene al nacional nica gasto esa plata.

“Ah, y tocan antes unas grupos chilenos de dancehall”, termino diciéndome. “¿Dance que? pregunté. Yo soy entero melómano, pero no sabia que era eso. “Ah, es como el rigé, pero mas bailable”, “reggae, querrás decir” dije.

Pasaron volando las semanas y llego el momento. Llego el momento. Nos juntamos tempranito. Almorcé quedando con la papa en la garganta y me fui al encuentro con los máximos exponentes del verderitmo. No había mucha gente en las boleterías del Caupolican así es que entramos de vuelo. Platea alta. Buena panorámica. Se veía bien, pero solo los diez primeros minutos, después, una nube vegetal que llegaba hasta al adn le dio el vamos al espectáculo. Vamos enrollando. Vamos prendiendo. Vamos tirando humo. Se subieron varios grupos halldance. Mi nena moviéndose así como un ave en pleno despegue. Yo, empezándome a reír de un encendedor que no prendía. Otro grupo más, pero este hip hop. Mis ojos, y lo de todos, cada vez más horizontales. Y faltaba aún el pito…plato de fondo. Saca los parlantes pa la calle entonaba ahora una banda llamada chamanes. Sácate otro pa quemarlo decía un loco de nombre oye, ya pos.
Luego, justo cuando yo estaba pensando en un pedazo de pan, se suben al escenario los esperados wailers. Y en realidad estaban medios wailers. Hola santiago, dijeron. Me llamo Arturo, respondí. Desenrollaron el mejor de sus repertorios y durante las casi dos horas que duro la pitia, bailé, vacilé, abrasé a mi chica y fume Yerba como loco sin gastar nuino (y eso que no fumo). Reconocí todas las canciones a la mitad de ellas hasta que llego esa rebuena. Entrando al coro, tratando de abrir un poco los ojos, miré lentamente el dancing de mi compañera y le canté, tal como lo hubiese hecho el incombustible Bob, un amoroso “no guoman, no cri”. “No woman, no cry, querrás decir” me dijo.

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