PLANDEMIA - Capitulo I "Genesis"


Me estoy volviendo loco. Hemos estado encerrados por mucho tiempo. Esto no es normal. Hace años que nada es normal. Ni en la primera maldita pandemia, ni en esta, la tercera.

A todos nos ha afectado. Algunos partieron, otros quedamos acá tratando de luchar contra el sistema cada día más opresor, contra nosotros mismos y contra nuestros propios demonios internos. Muchas veces deseamos escapar, de vivir la vida de otros con más privilegios, pero “ten cuidado con lo que se deseas”, me susurró la vida.

24 horas libres de permisos fue lo que decretó el gobierno para que saliéramos a “tomar aire”. Parques cerrados, malls abiertos: dudosa estrategia, sin embargo, había que aprovechar cada minuto de esta controlada libertad.

Tomé mi mascarilla de género y salí. No importaba donde. La avenida principal iba a estar repleta, no era buena idea, pero necesitaba ver gente. Ya no le temíamos al contagio, si a la soledad. Desde que Montserrat partió, mi móvil fue mi única compañía.

Ver, sentir, tocar a otras personas se había vuelto imperioso. El tele-trabajo, la tele-amistad, la vida online nos terminó convirtiendo en simples bots. Preguntas y respuestas cortas, secas. La señal de internet se había vuelto pésima. Las multinacionales comunicaron que había que cuidar cada megabyte y bajaron la capacidad de transmisión de datos. Sospechoso.

Caminando sin rumbo con la mirada puesta en nada, una piedra sopló mi oído derecho. Luego, otra, mi izquierdo. Gritos. Carreras. Sin darme cuenta estaba metido en medio de protestantes y fuerza pública. “Dígannos la verdad” rezaban las palabras diluidas en las pancartas mojadas. 

Lacrimógenas y salvas intentaban dispersar a los grupos que corrían en dirección directa hacia los Cascos. Empecé a respirar y caminar rápido como empujado por una ola. La multitud embravecida, ahora, serpenteaba buscando por donde salir del tumulto. De pronto, uno de los Cascos cae a mis pies. Estaba herido en una de sus piernas. Pensé en patearlo y descargar todo el odio acumulado por años de represión, pero no pude. Me agaché, corrí su mascarilla y la mía para poder entendernos y todo se fue a negro en una exhalación.

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