El día después



Cerca del medio día abrí mis ojos, pero ahora en mi hogar. Me senté al borde de mi cama, mire mi entorno, me deje caer de espaldas y agradecí al cielo. De pronto escuche ruido afuera, tome el interruptor y además tenia luz. Respire profundo. Encendí la televisión y no pude mantenerme en pie. Me senté nuevamente. Pestañaba solo por que tenía que hacerlo, pero, tras cada clic de mis parpados, las imágenes me enrostraban lo frágil que somos. Miles de cuerpos, hogares, realidades y sueños sepultados por la tierra y el mar que reclamaban el protagonismo que hemos intentado quitarle con nuestras ambiciones.

Cambiaba de canal, sin embargo parecían estar en cadena. Grandes cuidades y pequeños pueblos removidos por los cuatros vientos apocalípticos a quienes “se les dio poder de hacer daño a la tierra y al mar”. Se me apretó el corazón y sentí miedo. No por las replicas que podrían venirse, sino por mi familia y quienes no creen.

No hubo comerciales, ni repeticiones de rutinas humorísticas, ni análisis del ultimo festival viñamarino, ni los goles dedicados de chupete en el Zaragoza, solo dolor. Familias separadas por la distancia y la incomunicación. Lagrimas nacidas en el alma. Desolación. Luego de unas horas la desesperación se convirtió en saqueos. Primero, el hambre se tomo los grandes supermercados, después, el lado más oscuro del ser humano, violo las cadenas de retail. Saciaban su sed y corrían tratando de mimetizarse con el dolor, pero no lo lograban. La maldad viene vestida de púrpura y escarlata.

La gente de los cerros, la gente de entre el barro y la basura comentaban a la cámara sus perdidas y necesidades sin maquillaje. Con sus rostros, manos y miradas aún húmedas mostraban las tristes consecuencias. Unos imploraban comida y seguridad. Otros hablar con los suyos. Todos pedían.

Cuando la presidenta mostraba desde el aire los lugares más afectados, empecé a ordenar lo poco que había caído en mi pieza hasta que una señora de edad, recogiendo la foto de su marido del barro, ordeno finalmente mi cabeza: “son cosas que deben pasar y que solo refuerzan mi fe”.

Apague el televisor.

Comentarios

solo cuando suceden estas cosas nos damos cuenta lo fragiles y carentes de proteccion que somos los seres humanos, es triste ver como muchos en vez de sencibilizarse y buscar su origen y al creador en estos momentos, endurecen el corazon, incluso llegana arevelarse contra él...

Es cierto, estas cosas deben suceder..., el mundo que el hombre ha construido y todo su aparente poderio esta sentenciado a muerte..., "el nuevo orden mundial (del hombre) no prevalecerá al creador del Universo"

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