Reflejo
Me acerqué al espejo estando muerto. Por lo menos eso era lo que deseaba. El reflejo, que confirmaba en mi dilatado rostro mis intensiones, mostraba solo mi desvelado perfil diestro. Los pálidos y pocos rayos de luz que se colaban por la ventana se asimilaban a los que tímidamente salían de mi corazón. A punto de amanecer afuera, a punto de anochecer aquí dentro. Giré la llave para dejar correr un escuálido hilo de agua para luego atravesar el chorro con la punta de mis dedos y así humedecer mi cara, pero sentí que ésta ya estaba empapada. Los últimos días, los últimos meses en realidad, eso era habitual. Sobre todo bajo mis parpados enrojecidos. Dejé caer mi mirada al piso, apreté fuertemente mis puños y exhalé. Bruscamente enderecé mi cabeza. Me apoyé en ambos costados del lavamanos. Me acerqué decididamente al reflejo para gritarle en su cara lo desgraciado que había sido, pero en eso el sol tomándome del hombro detuvo las palabras en mi garganta. Me hizo a un lado. Entró e irrumpió en toda la habitación. Entró irrespetuoso y decidido. Recorrió los cuatro lados del papel mural desteñido del cuarto. Algo le debe haber comentado sobre mí la luna, pensé. El reloj, que para mi, había dejado de cumplir su tarea hace ya mucho tiempo, despertó energético. Marcó el comienzo del día y me enseño que cada segundo todo empieza de nuevo. En el techo, la brisa que entró a espaldas del sol, batió sus brazos y espantó las nubes que dejaste al partir en silencio.
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Te sigo...