Once sin tata

Preparamos la fiesta comenzando el noveno mes. El del chovinismo exacerbado.
El gobierno no se empeña en tocar el temita. Y aunque el cuarto poder redacta una que otra columna por ahí, ya no están los informes especiales televisivos reavivando la cueca. El tema esta agotado. Pero no para todos.

Unos, con el corazón adolorido pero encapuchado, festejan “pacíficamente” la fecha inmortal, heredando el odio a sus pequeños imputables, caminando por, las finalmente, grandes alamedas (deberían haberlas dejado entrejuntas) y otros, alzando silente pero ferozmente la copa en sus recintos cerrados, por el empolvado pero aun presente, triste pasado de la historia de chile.

Ruedas en llamas, luminaria en corte, gritos juveniles, trajes verdes mojando y espantando el sentir de parte del pueblo vuelven a decir presente por los días donde la banderita cuelga de la ventana de los hogares.

Siempre será lo mismo. No hay caso. Comienza el mes más patriótico del año y aunque la prensa se preocupe más de los guachacas que de otra cosa, parece que aun hay dos Chiles. O tres. El Chile de los que, “aun ya muerto el perro”, continúan con su rabia, El Chile de los que, con sus carabinas desenfundadas, siguen añorando a su “libertador” y el Chile de los que, conociendo lo que paso un 11 de septiembre de 1973, solo queremos comernos una empanada y tomarnos un vaso de chicha por una brindamos por la añorada patria nueva.

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